Cuatro millones de expulsados
Continuamos con la serie de artículos dedicados al VIII Informe FOESSA; en esta entrega, se habla del perfil de las personas excluidas en nuestro país.
«En nuestra economía global enfrentamos un problema formidable: el surgimiento de nuevas lógicas de expulsión. Las últimas dos décadas han presenciado un fuerte crecimiento del número de personas, empresas y lugares expulsados de los órdenes sociales y económicos centrales de nuestro tiempo». Esta cita de la obra Expulsiones, de la catedrática de Sociología americana Saskia Sassen, que emplea un concepto similar al de los «descartes» de los que habla el papa Francisco, nos hace pensar en una sociedad que avanza tan deprisa que genera una enorme fuerza centrífuga, por la que grandes colectivos de población se alejan cada vez más del centro. En concreto, y según el VIII Informe FOESSA promovido por Cáritas Española, en nuestro país las personas expulsadas suman cuatro millones, un 8% de la población, a las que el citado informe trata de poner rostro y nombre, identificando los grupos más afectados por la exclusión.
Una parte importante del empeoramiento de esta exclusión social se explica por el empeoramiento de la calidad del empleo y el mantenimiento de los altos costes de la vivienda. En esta nueva fase del ciclo económico, lo que caracteriza a la mayor parte de los hogares excluidos no es tanto el desempleo como la vinculación laboral atípica: empleos de bajos salarios y baja intensidad de contratación, pero en empleos normalizados como la hostelería, la limpieza o el cuidado doméstico. Esto nos da una lectura intergeneracional de la exclusión: las generaciones de mayor edad tienen mejores empleos, vivienda en propiedad y pensiones –de mayor o menor cuantía-. Los jóvenes, por el contrario, tienen una tasa de exclusión muy superior, lo que resulta preocupante si se piensa a largo plazo.
Hay otro tipo de hogares, los monoparentales con mujeres, o mujeres solas, que si bien en la primera fase de la crisis desarrollaron estrategias relacionadas con la familia o el acceso a recursos, la persistencia de las dificultades y el agotamiento de esas estrategias han provocado que su situación empeore. También es objeto de un tratamiento especial en el informe la estrecha relación entre discapacidad y exclusión social: el 30% de las personas con discapacidad se encuentran en situación de exclusión social. Por último, aparecen sobrerrepresentados entre los excluidos los extranjeros procedentes de países de fuera de la llamada UE 15 (los 15 países más ricos de la Unión).
Por lo tanto, según los datos del FOESSA, y siguiendo la parodia volteriana de la frase de Leibniz («vivimos en el mejor de los mundos posibles»), podemos decir que nos encontramos en la mejor de las sociedades posibles, siempre y cuando no seamos una mujer sola -con o sin hijos-, pertenezcamos a alguna minoría, padezcamos una discapacidad o problemas de salud crónicos, seamos un joven emancipado, tengamos solo estudios básicos, formemos parte de una familia numerosa o seamos extranjeros. Estos son los colectivos a los que la sociedad empuja hacia los márgenes, buscando tal vez una expulsión definitiva que despeje el camino a los más afortunados.
Diego Pereda Sancho
Responsable de Formación en Cáritas Burgos
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