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(Texto e imagen: Adrián del Campo. Diario de Burgos) 

Derys Marjorie Reyes lleva casi tres años en España y todo eran buenas noticias para ella, tenía trabajo en dos casas, limpiando y cocinando para dos señoras mayores, y estaba cerca de iniciar el proceso para obtener la documentación de residencia en España, para lo que además de tres años en el país necesita un contrato. Sin embargo, cuando todo parecía ir bien, llegó el coronavirus para darle la vuelta. En cuestión de días perdió sus dos empleos, los hijos de las dos señoras le dijeron que como iba por horas, dejara de ir, empujados por el miedo a un virus que daña especialmente a las personas mayores. Algo que Derys comprende. El problema no era con sus servicios, sino con el hecho de entrar y salir en las casas, por eso, una de las señoras le dijo que si se podía ir a vivir con ella. Derys tuvo que declinar la oferta porque «no podía», sus hijas tienen tan solo dos y ocho años y necesita estar con ellas para cuidarlas.

Los hogares vulnerables no tienen esa etiqueta porque sí, sino porque realmente están más expuestos ante cualquier imprevisto. La crisis sanitaria también provocó que el marido de Derys perdiera su empleo. «Mi pareja se quedó igual. Él trabajaba en el campo. Cuando esto empezó, el jefe directamente lo despidió, luego él consiguió trabajo por otro lado, pero no tenía cómo movilizarse, porque no tenemos coche propio», afirma. En Cáritas explican que «todo es más complicado», porque su marido estaba en las viñas sin contrato y no se podía justificar su desplazamiento de ninguna forma. A esto añaden que antes en «una furgoneta cargaban nueve personas y nueve personas entraban. Ahora mismo eso es otro obstáculo más para que la gente pueda volver a trabajar… Se queda un número de personas fuera, sin poder trabajar».

A pesar de la pérdida de los dos empleos, la parte que se les «hace difícil», Derys valora el tiempo pasado en familia durante la cuarentena. «Hay momentos en que las niñas se desesperaban, querían salir a la calle, pero tampoco lo hemos pasado mal, ellas se entretienen jugando, haciendo deberes, así se han ido pasando los días…», declara. Aquí aparece otro de los obstáculos de la nueva realidad, sus dos hijas, sobre todo la mayor, que ya va a Primaria, han tenido clase de forma online y solo han podido seguir el curso a través del único medio que tienen en casa: el móvil de su madre. «Es más incómodo, porque imagínate, tiene que estar uno ahí siempre pendiente», apunta Derys, que agradece el apoyo de Cáritas: «A mi hija se le ha hecho un poco más difícil, por eso en Cáritas le han dado apoyo escolar, han estado muy pendientes, me hacen videollamadas para cuando la niña no entiende o yo tampoco…». A la espera de que la llamen para volver a trabajar, Derys ve «difícil» el futuro, «más al no tener documentación, porque con ella se te abren más puertas»

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