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Como publicaba Diario de Burgos en su edición del 11 de mayo, el colectivo de empleadas domésticas es uno de los más afectados por la pandemia. Reproducimos a continuación el reportaje.

 

(Texto: Angélica González / Imagen: Valdivielso. Diario de Burgos)

Es difícil que su problemática ocupe las primeras páginas de los periódicos y las aperturas de los informativos pero toda la legión de mujeres que en este país se dedican a los cuidados domésticos y de personas son una parte muy importante de la intendencia y de la organización de miles de hogares sin la cual sería muy complicado, por ejemplo, la incorporación de otras mujeres al mercado laboral, pues es sobre ellas sobre las que recae siempre la tarea de los cuidados. Y en esa crisis, muchas han sentido que han sido las más olvidadas.

No solo ellas. Nacho García, responsable del servicio de Intermediación laboral de Caritas Burgos, opina lo mismo y recuerda que hasta el 31 de marzo no se aprobó ninguna medida para este colectivo, un subsidio por no poder desarrollar su trabajo que puede empezarse a solicitar ahora en mayo. «Esto quiere decir que hasta que cobren la ayuda van a pasar como mínimo dos meses e incluso tres. Me gustaría saber si los políticos también van a cobrar sus sueldos dos o tres meses después», dice.

En esta situación se encuentra la mitad de las, aproximadamente, 500 personas (la inmensa mayoría son mujeres) que se dedican al servicio doméstico con las que Cáritas está en contacto, bien porque se han formado allí o porque han encontrado trabajo gracias a su intermediación.

«Ante el riesgo de contagio, y por seguridad personal, ha habido bastantes personas que no han podido ir a trabajar, con lo que ello supone, como decíamos, ya que, como mínimo, van a ser estar más de dos meses sin un ingreso y con la incertidumbre de no saber si van a poder pagar sus facturas y lo más importante, comer. Todas ellas están esperando que la situación vuelva a la normalidad cuanto antes».

Otra casuística -por suerte, menor- la componen todas aquellas que han trabajado solo unos pocos  días o directamente han tenido que dejar de hacerlo debido a que las personas a las que cuidaban o ellas mismas han sufrido la covid-19. «Nos hemos encontrado también con alguna familia que quería que siguiesen a pesar de la enfermedad pero en todos los casos se ha decidido que no era lo más adecuado», afirma Nacho García.

Afectadas por la covid-19. Elizabeth Moreta es una trabajadora de servicio doméstico que ha enfermado. Hasta que empezó la pandemia ganaba 395 euros al mes trabajando en tres casas diferentes, limpiando dos horas en una (lunes y jueves), dos en otra (martes y viernes) y de lunes a viernes levantando a una señora y en todas ellas dada de alta. Pero el 16 de marzo comenzó a tener dolores musculares y de cabeza y fiebre, así que su médica decretó su aislamiento, una situación que está a la espera de que se pueda revertir. Así que a la preocupación por su salud y la dureza de la cuarentena en una habitación de la casa que comparte con varios miembros de su familia, se le ha sumado la inquietud sobre su futuro laboral.

Moreta, originaria de Santiago, en la República Dominicana, lleva 13 de sus 40 años en Burgos, adonde pudo traer a su hija, de 17, hace un tiempo. La supervivencia con 395 euros al mes es muy complicada para ella, que asegura que sale adelante gracias a que pide préstamos al banco, y que no puede contar con su marido, que se marchó a Londres a buscar trabajo. De momento, sus planes pasan por conseguir el alta lo antes posible y confirmar que puede seguir adelante con sus tres trabajos  en los que dice sentirse muy contenta por el buen trato que le dispensan y  porque le hacen sentir «como una más de casa», para poder recuperarse económicamente. A largo plazo le gustaría volver a su país y comprarse una casa.

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