Durante la Covid-19, en más del 60% de hogares atendidos por Cáritas al menos un menor tuvo dificultades para terminar el curso
El acompañamiento educativo a los menores y jóvenes que viven en hogares vulnerables y en situación de exclusión social es uno de los ejes prioritarios del trabajo desarrollado por Cáritas en el ámbito de la infancia, la adolescencia y la familia. A causa de la Covid-19, esta labor se enfrenta a los retos añadidos por una crisis que está sometiendo a una enorme presión a los sistemas educativos y, especialmente, al alumnado y al personal docente. Este es el motivo por el que, ante la celebración, el 24 de enero, del Día Internacional de la Educación -una fecha proclamada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para concienciar a todo el planeta de la importancia de la educación para conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, concretamente el Objetivo 4 establece una Educación de Calidad— Cáritas alerta sobre la desigualdad educativa que afecta a la infancia y la adolescencia más vulnerables.
La ausencia de una educación de calidad está en el origen de muchas desigualdades y, sobre todo, de la falta de oportunidades y de la pobreza. El valor imprescindible de la educación, que actúa generación tras generación como factor de transmisión de las situaciones de vulnerabilidad y exclusión social, hace que las posibilidades de estar en riesgo de pobreza disminuyan a medida que aumenta el nivel educativo de padres y madres. Una educación de calidad y accesible es, además, el pilar sobre el que se construyen sociedades basadas en el espíritu crítico y el sentido cívico, principios que en estos momentos de crisis se han puesto sobre la mesa: el coronavirus está evidenciando hasta qué punto el sistema educativo está dañado y la necesidad de articular respuestas y cambios inmediatos.
Efectos en las familias acompañadas por Cáritas
Según los datos del Observatorio de la Realidad Social de Cáritas en 2020, en más del 60% de hogares atendidos por Cáritas, al menos un menor de edad tuvo dificultades para terminar el curso a causa de la pandemia y se vio afectado seriamente en su rendimiento escolar al no poder seguir el ritmo marcado por el centro de enseñanza. Otro 27% tuvo serias dificultades en el seguimiento escolar por falta de medios, con las consecuencias de que un 19% hayan tenido que repetir curso y un 2% abandonaran los estudios. En este escenario, el acceso a la tecnología, o la denominada brecha tecnológica, es fundamental tanto para garantizar el acompañamiento escolar y curricular a distancia como para mantener a los alumnos conectados con el entorno educativo. Cáritas comprueba como a la desigualdad educativa se suma la brecha tecnológica, creada no sólo por la ausencia de dispositivos digitales y la consiguiente falta de acceso a internet, sino también por una falta de cultura y/o alfabetización tecnológica en los hogares. Teniendo en cuenta que España tiene la peor tasa de abandono escolar entre los jóvenes de la Unión Europea y sus estudiantes están por debajo de la media de la OCDE en el informe PISA sobre excelencia académica en ciencias, las generaciones que tendrán que sacar al país de una nueva crisis se encuentran sin las herramientas adecuadas y la capacidad crítica necesaria para salir adelante. Esto afecta fundamentalmente al fracaso y al abandono escolar, sobre todo en el caso del alumnado más vulnerable.
Decálogo para una educación inclusiva y de calidad
Urge, por todo ello, construir una nueva realidad para una educación inclusiva y de calidad que rompa con las desigualdades educativas. Para ello, Cáritas apuesta por situar a la educación entre las principales prioridades sociales con la adopción de medidas estructurales y preventivas basadas en este decálogo de propuestas:
- Dotación a los centros educativos y a los hogares con soluciones tecnológicas que democraticen el aprendizaje y trasladen la escuela de manera efectiva a toda la sociedad para asegurar que todos podemos conectarnos y desconectarnos.
- Metodologías alternativas de aprendizaje (en educación formal e informal) que promuevan los aprendizajes a lo largo de toda la vida, adaptando los conocimientos a los estudiantes, y no al revés, y centrándonos no sólo en los contenidos curriculares sino en otro tipo de aprendizajes humanistas, como son la gestión de las emociones, la activación de un pensamiento crítico o el desarrollo de habilidades sociales, valores y capacidades tales como el esfuerzo.
- Medidas de continuidad en el sistema educativo con las máximas garantías e igualdad de oportunidades posibles para todos los estudiantes, dotadas de medidas y alternativas contra el fracaso y absentismo educativo para reducir el abandono escolar.
- Escolarización de calidad de 0-3 años.
- Participación de los niños, niñas y adolescentes en sus propios procesos educativos, de manera que la infancia y juventud no sean los destinatarios, sino los protagonistas que son de sus procesos.
- Impulsar el empleo y conciliación familiar con propuestas creativas y conciliadoras que pongan el foco en los menores de edad y no sólo en la necesidad laboral de los adultos.
- Gratuidad real y efectiva en la educación obligatoria, reforzando el sistema de becas actual al alumnado de todos los cursos y poniendo el acento en las necesidades socioeconómicas.
- Detección temprana de dificultades con estrategias de prevención y seguimiento individualizado y colectivo. Ese objetivo de vería facilitado si las ratios por clase fueran menores.
- Formación y especialización del profesorado y otros profesionales especializados de apoyo en los centros educativos (como educadores, trabajadores sociales, profesores de apoyo, etc.)
- Acceso a actividades extraescolares gratuitas que garanticen el derecho de la infancia y adolescencia a la participación, al juego y a la igualdad de oportunidades de aprendizaje.
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