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Repunta a 110 personas el número de voluntarios de Cáritas, que aspira a seguir creciendo hasta alcanzar las cifras previas a la pandemia

Noticia publicada en El Correo (Texto: C. Ortiz / Fotografía: A. Gómez)

Que Miranda es una ciudad solidaria es una afirmación que viene refrendada por el peso que tiene el voluntariado. Un trabajo que conocen bien en Cáritas, colectivo que aglutina uno de los grupos más numerosos de gente dispuesta a dedicar su tiempo de manera altruista en beneficio de la comunidad. Son 110 las personas que, de su mano, en diferentes programas, trabajan en la ciudad en la entidad.

Un número que ha ido creciendo progresivamente en los dos últimos ejercicios tras el bajó provocado por el Covid, que situó el grupo por debajo del centenar, cuando un año antes habían alcanzado los 135. Ahora, aún en fase de ‘reconstrucción’, confían en ir consolidando el aumento y romper esa barrera anterior a la pandemia gracias al empuje de las mujeres y los mayores.

Y es que el voluntariado de la organización es netamente femenino. Ellas representan dos tercios del total de las personas implicadas en llevar adelante los múltiples programas del colectivo. El mismo peso que tienen los mayores de 65 años, pese a que reconocen que en los últimos tiempos se ha rejuvenecido, gracias, fundamentalmente, al apoyo de varias monjas que llegan a Miranda, al antiguo colegio de las Franciscanas, para completar su formación religiosa y apoyar la labor de la residencia en la que se atiende a las mayores de la congregación.

«En algunos programas nos ha venido muy bien», reconoció Richi García, delegado de Cáritas Arciprestal de Miranda; conscientes de las dificultades para avanzar hacia la paridad, porque en la iglesia y en los voluntariados la mayoría son mujeres. «Aún así, aunque nos gustaría que hubiera más, tenemos suerte de tener a bastantes hombres en algunas actividades. De todos modos creo que a ellas les llama más el voluntariado y, sobre todo, el social, el que es de acompañar».

Tampoco es tarea fácil rebajar la edad media de quienes colaboran, porque se animan una vez jubilados o durante el periodo en el que tras acabar sus estudios están en búsqueda de empleo. «Mientras no tienen trabajo vienen temporalmente, sobre todo al programa de infancia y adolescencia», explicó.

El número de voluntarios también está creciendo en Miranda gracias a la implicación de los migrantes, personas que en un momento fueron receptoras de esa ayuda y que cuando cambia su situación deciden ser ellas quienes den su tiempo para que la rueda de la solidaridad siga viva.

«Es algo que nos alegra», reconoció García; consciente de que forman parte de un colectivo que «valoran más» el papel que juegan esos colaboradores que en un momento les ayudaron a superar cualquier bache del tipo que sea, soledad, alquiler, alimentos, búsqueda de trabajo. Empatizan más con las personas que lo necesitan».

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